viernes, 12 de abril de 2024

Sin efecto (microrrelato)

 

En un lago de Beijing una mariposa es atrapada en pleno aleteo por la pegajosa lengua de un sapo.

En Nueva York el sol resplandece.

 

Marcelo Tittaferrante.


Imagen tomada de la red.

El puente del Diablo (microcuento)

 

Cuando Herrmann Friedrich diseñó el puente, a mediados del siglo XIX, tenía en claro cuál sería su utilidad, por eso lo hizo intransitable.

Para realizar la excavación que daría lugar al lago artificial necesitó la ayuda de muchos obreros, pero a la hora de levantar el puente solo contrató al carpintero del pueblo llamado Traugott.

Con admirable paciencia trabajó sobre el andamiaje de madera acuñando las piedras que crearían un maravilloso efecto visual. Se aseguró de no incluir ningún tipo de pretil para infundir más temor a quienes osaran cruzarlo.

Cuando hubieron terminado la obra maestra procedieron a retirar las maderas de contención. Durante este proceso el carpintero sufrió una caída y murió. Friedrich aprovechó este hecho que facilitó su plan. Arrastró el cuerpo hasta el bastión norte, lo introdujo en el hueco diseñado para tal fin, y allí lo sepultó. Luego llevó a su esposa para mostrarle el puente y la mató de un golpe en la nuca. Ocultó el cuerpo en el bastión sur repitiendo el proceso anterior.

Sobre el lago Rakotz, en la piedra más alta del puente dejó una sutil inscripción que nadie ha visto jamás: “La traición se paga”.

 

Marcelo Tittaferrante.


Imagen tomada de la red.


viernes, 22 de marzo de 2024

La gravedad

   Cuando compró la entrada para el recital que daría Divididos en el estadio Atenas de la ciudad de La Plata, no le importó estar en una silla de ruedas. No se perdería esa oportunidad única de festejar los treinta años de su banda preferida. No permitiría que ese accidente que había tenido con su moto lo privara de presenciar esa fiesta inigualable. Ya se había acostumbrado a la limitada dependencia de su compañera motriz que solo le proporcionaba aburridos desplazamientos paralelos al piso. Siempre a la misma altura. Siempre lenta y monótona. Se habían escurrido veinticinco años, la mitad de su vida, entre la impotencia y el sufrimiento, entre la cama y la silla. Los sueños de juventud habían quedado desparramados en el accidente como una copa de cristal hecha añicos. Sus piernas desprovistas de actividad muscular se habían reducido a un mísero lastre de carne y huesos. 
   Sábado 13 de mayo de 2019. Los dos puestos de control antes del ingreso los había pasado sin contratiempos. El estadio se estaba llenando más allá de su capacidad y la gente no paraba de llegar. Las pequeñas tribunas ya estaban colmadas y en la pista central se creaba un ambiente febril, como un síntoma de la ansiedad que se acrecentaba con la espera. Desde el escenario comenzaban a llegar los primeros sonidos de prueba que realizaban los técnicos. Habían transformado a la pared en una gigantesca pantalla de video, intercalando en ella múltiples luces reflectoras que luego iluminarían al público al ritmo de los acordes. Varios camarógrafos se disponían a captar las mejores imágenes del evento. Dos enormes columnas de bafles pendían del techo esperando con paciencia transmitir la maravilla de los instrumentos. Todo estaba listo. La emoción se palpaba en el aire.
   Los primeros en aparecer fueron el bajista y el baterista, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella. Recibieron los primeros aplausos de la multitud presente. Pero la excitación se manifestó exultante con la entrada de Ricardo Mollo, guitarrista y líder de Divididos. El rock sonó con estruendosa potencia y armonía. La gente no paraba de saltar y cantar. Como es habitual, los más jóvenes formaron el pogo.
   Comenzaron a desplazarse de aquí para allá, alborotados, con empujones que les generaron una gran diversión. Sin dejar de cantar y acompañado de su amigo que dirigía la silla de ruedas, se incorporó al pogo. Su cara manifestó una satisfacción plena, pocas veces vista en él. Después de dos horas de profusa emoción, cerró los ojos y sintió que su cuerpo comenzó a flotar. Podía ver todo desde una altura imposible. Vio la pantalla gigante, las luces destellantes, el estadio repleto, los músicos concentrados, los técnicos de iluminación y sonido. Todo le pareció increíble. Se vio a sí mismo cantando y saltando sobre sus propias piernas, se vio más joven, venciendo la fuerza de la gravedad que ahora lo postraba. Se vio en aquel primer recital de 1989...

Marcelo Tittaferrante


Imagen tomada de la red.

viernes, 1 de marzo de 2024

Medusa (microficción)

 

Las múltiples cabezas de serpiente se arremolinaban en torno de su rostro. Extrañaba la belleza que otrora le brindara su cabellera.

¿Por qué Atenea se había ensañado así con ella? ¿Acaso no había sido Poseidón quien la violara? Tendría que haberlo castigado a él, no a ella… Merecía que lo castraran, pensó.

Mientras meditaba el nombre de su descendencia se acariciaba el vientre. Perseo se acercaba sigilosamente con su escudo espejado, empuñando una espada. Al verse reflejada se miró a los ojos y quedó petrificada.

El valiente semidios pasó horas tratando de recuperar el filo de su espada.

 

Marcelo Tittaferrante.


Imagen tomada de la red.