lunes, 16 de agosto de 2021

Geométrica mente

 

Autorretrato, Escher.

Escher sabe que donde anidan las ideas, la realidad y la ficción se entremezclan con la única finalidad de anclar una visión distinta. Nada es lo que parece. Los patrones geométricos que se crean en las neuronas se disparan hacia el mudo papel que los absorbe para quedar plasmados como visiones inconcebibles.

Allí, sobre un plano que súbitamente desaparece, la magia del espejo surrealista distorsiona la geometría. Las líneas rectas se distienden de la rigidez que las domina y con suaves flexiones juegan a ser otras, dúctiles, gráciles. La mirada fija en los ojos no permite percibir el suave giro que los dedos le imprimen a la esfera. Nada escapa del gran poder de atracción. Todo se concentra sobre la bella superficie reflectante y aquello que creíamos saber se pone en duda.

La fascinación ocurre en los detalles. Con sólo abstraerse de las curvadas paredes, cualquiera podrá ver el cosmos. ¿Cuántos mundos caben en un mundo?

Como fractales que se acercan o se alejan, los mosaicos se entreveran en un carnaval de estático movimiento. Las escaleras ascienden a la nada. La arquitectura se torna imposible. La perfección de los trazos construye la ilusión que se sostiene sin lógica, pero con verosimilitud.

Escher sabe que debe dibujar, porque no hay palabras para describir aquello que trasciende las fronteras de su geométrica mente. Euclides comprendería.

Marcelo Tittaferrante. 








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