Escher sabe que donde anidan las ideas, la realidad y la ficción se
entremezclan con la única finalidad de anclar una visión distinta. Nada es lo
que parece. Los patrones geométricos que se crean en las neuronas se disparan
hacia el mudo papel que los absorbe para quedar plasmados como visiones
inconcebibles.
Allí, sobre un plano que súbitamente desaparece, la magia del espejo surrealista distorsiona la geometría. Las líneas rectas se distienden de la rigidez que las domina y con suaves flexiones juegan a ser otras, dúctiles, gráciles. La mirada fija en los ojos no permite percibir el suave giro que los dedos le imprimen a la esfera. Nada escapa del gran poder de atracción. Todo se concentra sobre la bella superficie reflectante y aquello que creíamos saber se pone en duda.
La fascinación ocurre en los detalles. Con sólo abstraerse de las
curvadas paredes, cualquiera podrá ver el cosmos. ¿Cuántos mundos caben en un
mundo?
Como fractales que se acercan o se alejan, los mosaicos se
entreveran en un carnaval de estático movimiento. Las escaleras ascienden a la
nada. La arquitectura se torna imposible. La perfección de los trazos construye
la ilusión que se sostiene sin lógica, pero con verosimilitud.
Escher sabe que debe dibujar, porque no hay palabras para describir aquello que trasciende las fronteras de su geométrica mente. Euclides comprendería.
Marcelo Tittaferrante.
Es muy hermoso e inteligente leerte Marcelo. Tus descripciones son concretas e interesantes.
ResponderBorrarMuchas gracias!
ResponderBorrarCuántos mundos caben en un mundo? Cuántos estamos dispuestos a ver, aceptar?
ResponderBorrarGracias por leer y comentar.
Borrar