Después de
practicar varias escalas creí estar listo para ejecutar una melodía, entonces
coloqué las partituras sobre el atril y comencé a tocar el reluciente
instrumento. Noté de inmediato que las notas del pentagrama y el saxo alto se
habían confabulado contra mí, como un grupo de consumidores que hacen boicot a
un supermercado.
La caña de la
boquilla se había endurecido oponiéndose visiblemente a la presión que ejercían
los labios sobre ella y todo sonaba desafinado, como niños cantando el himno.
Vi con asombro
cómo aparecieron alteraciones en la escritura mientras tocaba, incluso en una
oportunidad, la clave de sol hizo un gran esfuerzo para cambiar su posición y
saltar hasta la tercera línea.
El do y el re
vibraban en sostenidos, el mi y el fa en bemoles, el sol se había ocultado (ya
era de noche), y el la, hacía el amor con el si consentido.
Las llaves
empujaban los dedos hacia afuera y el sonido se distorsionaba lastimando mis
oídos.
Cansado de
lidiar con sus caprichos, descolgué el saxo del arnés, encendí el equipo de
audio y puse un tema de John Coltrane. Solo quería escuchar un buen tema de
jazz.
Marcelo Tittaferrante.
Imagen tomada de la red.
Me gustaría escucharte
ResponderBorrarEster, gracias por leer y comentar. Te aseguro que no te pierdes de nada al no escucharme. Un abrazo.
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