viernes, 22 de marzo de 2024
La gravedad
viernes, 1 de marzo de 2024
Medusa (microficción)
Las múltiples cabezas de serpiente se
arremolinaban en torno de su rostro. Extrañaba la belleza que otrora le
brindara su cabellera.
¿Por qué Atenea se había ensañado así con ella?
¿Acaso no había sido Poseidón quien la violara? Tendría que haberlo castigado a
él, no a ella… Merecía que lo castraran, pensó.
Mientras meditaba el nombre de su descendencia
se acariciaba el vientre. Perseo se acercaba sigilosamente con su escudo
espejado, empuñando una espada. Al verse reflejada se miró a los ojos y quedó
petrificada.
El valiente semidios pasó horas tratando de
recuperar el filo de su espada.
Marcelo
Tittaferrante.
lunes, 12 de febrero de 2024
Minotauro (microficción)
Cuando Teseo enfrentó a la bestia no esperaba que fuera tan grande. A pesar de su valentía, por primera vez sintió el estómago retorciéndose. Debía matarla para liberar a Atenas de los sacrificios impuestos por Minos, rey de Creta.
El intrincado laberinto le había demandado mucha energía. Dos días sin alimentos ni agua, desenrollando inmensurables cantidades de hilo para poder hallar el camino de regreso. Inicialmente le había parecido una excelente idea, pero en esa instancia estaba convencido de que había sido un gran error.
El Minotauro devoró a Teseo, siguió el recorrido del hilo y desposó a su hermana Ariadna.
Marcelo Tittaferrante.
Imagen tomada de la red.lunes, 28 de agosto de 2023
Morir de a poco
Él estuvo allí, donde la
humanidad se había negado a florecer, donde el trabajo no brindaba un solo
pedazo de pan y la dignidad consistía en mantenerse con vida. Debió hacer un
gran esfuerzo para existir y lo hizo, por sí mismo y por su amada, a quien no
sabía si volvería a ver, pero tenía la firme convicción de que no debía
claudicar. Tal vez, al día siguiente saliera nuevamente el sol.
La esposa lo contempla con
ternura, porque conoce ese proceso que tantas veces presenció desde que por fin
habían abandonado el infierno de Auschwitz. Su Polonia natal, ahora tan
distante, no sería su última morada, pero al menos estarían juntos. Se lleva
una mano a la boca, los párpados abrigan dos perlas brillantes. Ella también
retrocede en el tiempo y recoge fragmentos de su propio corazón.
Él suele tapar los oídos con las
manos, como negándose a recordar, pero le resulta imposible no hacerlo. En los
caprichosos circuitos de la mente se mezclan las trágicas imágenes pasadas con
apacibles recuerdos de la vida familiar. Día a día resulta más difícil situarse
en la temporalidad del presente. La pala se hunde en el suelo húmedo, la
hija mayor abanderada en la escuela, las fosas cada vez más grandes, el
hijo recibe el diploma, los cuerpos apilados como residuos, nace un
nieto en primavera, el humo acre en el aire, el cálido sol del mediodía,
la oscura noche de incertidumbre…
Cada vez que sucede, su cuerpo se
sacude hacia atrás y hacia adelante en cortos espasmos, las tímidas lágrimas se
esconden entre el sudor y se escurren sobre los profundos surcos de la piel. Un
pedacito de vida se apaga.
Marcelo Tittaferrante.