Me sentaba en el
umbral junto a Pepe y Cecilia. Inventábamos historias de mundos imposibles,
amores eternos o noches tenebrosas.
Recuerdo la
pelota de goma salpicando en el charco que se formaba en la vereda, la ilusión
del primer beso en el oscuro pasaje, el estreno del pantalón largo, la carta de
amor, el corazón roto, el casamiento de Pepe con Ceci, el abandono de mi padre,
la agonía de mi madre hasta la muerte, el precario empleo en la farmacia, la
graduación tardía.
Las noches se
hacían cada vez más largas, más solitarias. Nada quedaba que me retuviera en la
antigua casa, que me invitara a disfrutar o simplemente me brindara un poco de
felicidad.
No quise dejar
los fantasmas encerrados, por eso cuando me fui no me atreví a cerrar la reja.
Marcelo Tittaferrante.
Imagen tomada de la red.
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